Era una tarde de domingo en una pequeña ciudad. El parque estaba repleto de personas que aprovechaban – como ya hacían hace años sus padres y abuelos – del día soleado y con temperatura suave, para pasear, encontrarse con los amigos, conversar y, al mismo tiempo, llevar a sus niños para jugar en los diversos juegos infantiles, montados con esmero y eficiencia por el alcalde de aquella ciudad.
En medio de la plaza se destacaba el aspecto colorido del carrito del vendedor de globos, que había llegado pronto, aprovechando la clientela infantil que ya estaba en la plaza, a fin de ofrecer sus globos y, así, ganarse un salario.
Como buen vendedor que era, llamaba la atención de los niños hablando de sus globos y soltando globos de colores para que, al elevarse en el aire, anunciasen visualmente que los globos ya estaban a la venta.
No muy lejos del carrito, un niño negro observaba como soltaba los globos.
Acompañó un globo rojo soltarse de las manos del vendedor y elevarse lentamente por los aires, alejándose, por la altura, de la plaza.
Algunos minutos después, un globo azul fue soltado y subió a los cielos.
Luego, en seguida, un nuevo globo de color amarillo, se elevaba lentamente, seguido de otro de color blanco.
El niño, de mirada atenta, seguía cada uno de ellos. Estaba imaginando mil cosas….
Intrigado, el muchacho notó que había un globo de color negro que, a pesar de estar junto con los demás globos, el vendedor no soltaba.
Se aproximo a él y preguntó:– Señor, si soltara el globo negro, ¿él subiría tanto como los otros?
El vendedor sonrió, como quien entendía la preocupación del muchacho, cortó el cordón que prendía el globo negro y, mientras él se elevaba en el aire, le dijo:– No es el color, hijo, es lo que está dentro de él lo que le hace subir. ¿Has entendido?
El niño sonrió con satisfacción y agradeció al vendedor y marchó saltando, para confundirse con los muchachos que coloreaban el parque en aquella soleada tarde.
El vendedor de globos le acababa de enseñar una bella lección de fraternidad: no es el cuerpo, ni el color, ni la raza, ni tampoco la posición social, ni la religión o las apariencias… es lo que está dentro de cada uno lo que le hace subir.
Alexandre Rangel (Adaptación de "Pequeñas Historias…Grandes Enseñanzas” – José Venicio de Azavedo)
Una interesante historia para trabajar sobre el tema de la diversidad y los prejuicios. En ocasiones cometemos el error de juzgar por la apariencia externa.
Cada uno de nosotros somos distintos, únicos y maravillosos . Lo importante no es el color, sino lo que hay dentro. La diversidad nos enriquece... Es posible que alguien se sienta en inferioridad de condiciones , por lo que es importante que aprenda a valorar sus cualidades . Hay límites físicos pero muchas veces las limitaciones son mentales.
Esta otra adaptación de la historia en vídeo resulta muy interesante para trabajar con los niños desde otra mirada, a través de la lectura de imágenes.