*Entrada actualizada
El ceibo, un patrimonio natural al que se designó como flor nacional argentina, tiene una larga historia. Durante la celebración del centenario de la independencia argentina, un grupo de naturalistas de renombre como Angel Gallardo, Cristóbal Hicken y Eduardo Holmberg, decidieron que nuestro país debía tener su emblema nacional floral como otras naciones del mundo, y propusieron a la pasionaria o mburucuyá. En 1928 la Revista de las Ferias llevó a cabo una encuesta de la que participaron más de 8000 personas y quedó en primer lugar la magnolia y en segundo el ceibo. Pero como observaron que la primera era de origen norteamericano, quedó consagrado el ceibo. “Finalmente en 1942, durante la presidencia de Ramón S. Castillo y bajo el decreto nacional Nº 138.974 - apuntó Milat- fue establecida como flor nacional, hecho compartido con Uruguay”.
El Ceibo es un árbol originario de América, de la zona subtropical, no muy alto, de tronco retorcido, pertenece a la familia de las leguminosas, por lo que las semillas se guardan en vainas encorvadas. Sus flores son rojas, de un rojo carmín.
La madera de ceibo es muy liviana y porosa, y se la utiliza para la construcción de balsas, colmenas, juguetes de aeromodelismo.
Su presencia en parque y jardines argentinos, pone una nota de perfume y color. Y el admirador evita arrancar sus flores, debido a que sus ramas poseen una especie de aguijones.
La madera accesible y generosa del ceibo fue, para el indígena de nuestro gran río, materia adecuada para construir embarcaciones. La naturaleza le ha asignado un papel muy importante, asimismo, como agente para consolidar el suelo en la formación de las islas del Paraná.
Al paso de los colonizadores que subieron al Paraguay o llegaron a sus márgenes desde el Alto Perú la cabellera verde y roja del ceibo les dio la bienvenida. Hoy esta planta adorna las plazas y parques ciudadanos y la fantasía le ha creado una leyenda de amor, tan hermosa como sus flores cuando se encienden en la hora propicia. Sus grandes racimos aterciopelados, de 40 a 60 centímetros, han viajado desde las orillas de los grandes ríos hasta los distintos caminos del país, transformándola en emblema nacional representativo de la flora vernácula.
LEYENDA DEL CEIBO.Iilustración http://karuchan.com.ar/ |
Cuenta la leyenda que en las riberas del Paraná, vivía una indiecita fea, de rasgos toscos, llamada Anahí.
Era fea, pero en las tardecitas veraniegas deleitaba a toda la gente de su tribu guaraní con sus canciones inspiradas en sus dioses y el amor a la tierra de la que eran dueños... Pero llegaron los invasores, esos valientes, atrevidos y aguerridos seres de piel blanca, que arrasaron las tribus y les arrebataron las tierras, los ídolos, y su libertad.
Anahí fue llevada cautiva junto con otros indígenas. Pasó muchos días llorando y muchas noches en vigilia, hasta que un día en que el sueño venció a su centinela, la indiecita logró escapar, pero al hacerlo, el centinela despertó, y ella, para lograr su objetivo, hundió un puñal en el pecho de su guardián, y huyó rápidamente a la selva.
El grito del moribundo carcelero, despertó a los otros españoles, que salieron en una persecución que se convirtió en cacería de la pobre Anahí, quien al rato, fue alcanzada por los conquistadores. Éstos, en venganza por la muerte del guardián, le impusieron como castigo la muerte en la hoguera.
La ataron a un árbol e iniciaron el fuego, que parecía no querer alargar sus llamas hacia la doncella
indígena, que sin murmurar palabra, sufría en silencio, con su cabeza inclinada hacia un costado. Y cuando el fuego comenzó a subir, Anahí se fue convirtiendo en árbol, identificándose con la planta en un asombroso milagro.
indígena, que sin murmurar palabra, sufría en silencio, con su cabeza inclinada hacia un costado. Y cuando el fuego comenzó a subir, Anahí se fue convirtiendo en árbol, identificándose con la planta en un asombroso milagro.
Al siguiente amanecer, los soldados se encontraron ante el espectáculo de un hermoso árbol de verdes hojas relucientes, y flores rojas aterciopeladas, que se mostraba en todo su esplendor, como el símbolo de valentía y fortaleza ante el sufrimiento.
En la tierra de los guaraníes, no existía una mujer más hermosa que Anahí. A ella le encantaba usar muchos collares y pulseras, como también recorrer los pequeños arroyos que desembocaban en el Paraná.
Tomada de la narración oral
Fuente:http://es.wikipedia.org/
OTRA VERSIÓN DE LA LEYENDA DEL CEIBO.
En uno de sus tantos paseos fue descubierta por un soldado español. Anahí recordaba que esos hombres blancos eran malos y crueles con los guaraníes. Asustada, pensando que podía ser capturada, le disparó una flecha.
Cayó el soldado herido de muerte, mientras Anahí corría para escaparse de ese lugar.
Los demás soldados, que no estaban lejos de allí no tardaron en descubrir lo que había sucedido y atrapar a la joven para someterla a un horrible castigo.
De esta manera, la ataron fuertemente a un árbol, rodeando su cuerpo con varias cuerdas, mientras ella intentaba zafarse. Luego buscaron ramas por los alrededores, y apilándolas al pie del árbol, les prendieron fuego.
Las llamas no demoraron en surgir desde el suelo, la joven estaba condenada a morir quemada. Una vez que lograron su cometido, los soldados se alejaron.
A la mañana siguiente, algo había sucedido. El árbol que había unido su destino al de la bella muchacha no mostraba rastros del fuego. Lejos de esto, se veía verde y frondoso, con vistosas flores rojas que lo hacían más distinguible.
El amor de Anahí por el lugar donde vivía, se transformó en un nuevo árbol, que ahora embellece el paisaje.
Fuente: http://www.antesdedormir.com.ar/
LA LEYENDA DEL CEIBO (Versión de Paula Moreno)
Óleo de Alicia Barbosa |
A orillas del Paraná, vivía una tribu guaraní a la que pertenecía Anahí, una indiecita que amaba profundamente su tierra.
Cuando Anahí recorría la selva, entonaba con su dulce voz los cantos que había aprendido de su abuela, y hasta el río torrentoso parecía detenerse a escucharla.
Un día llegó navegando por el río una embarcación enorme. De allí descendieron numerosos hombres blancos armados y dispuestos a destruir a los indios para arrebatarles las tierras.
La tribu se defendió. Anahí también luchó como los más valientes. Pelearon días y noches. Semanas enteras. Pero los invasores los iban venciendo poco a poco.
Anahí, junto con otros guerreros, fue capturada. Pasó varios días prisionera en el campamento español, hasta que una noche logró escapar matando al centinela que la vigilaba. Huyó y se escondió en la selva, pero los soldados la persiguieron y la atraparon.
Como castigo por su rebeldía, la joven fue condenada a morir en la hoguera. La ataron a un árbol al que encendieron fuego.
Pero Anahí, a medida que crecían las llamas, iba cantando con su dulce voz una canción en la que pedía a Tupá, el dios de los guaraníes, por su tierra, por su tribu, por su selva y por su río.
Su voz se elevó al cielo y, al comenzar el nuevo día, ante el asombro de los soldados conquistadores, el árbol, lejos de haberse consumido con las llamas, se veía vigoroso y colorido.
Tenía un tronco resistente, hojas verdes y relucientes, y hermosas flores rojas y aterciopeladas. Y hasta el día de hoy la flor del ceibo conserva su belleza.
CORTO ANIMADO SOBRE LA LEYENDA DE LA FLOR DEL CEIBO
POEMA SOBRE LA LEYENDA DE LA FLOR DE CEIBO
Ceibo
La flor de ceibo
bella y singular;
rojo de fuego
en verde natural.
Trina una niña
en voz guaraní.
Aun en la hoguera
cantaba Anahí.
Magia y leyenda
donde renace
esa pequeña
en flor del ceibo.
Magia y leyenda
en flor del ceibo.
Jorge Padula Perkins.
Este poema constituye la letra de la pieza musical "Ceibo", compuesta por el maestro Alfredo Figueras. Aquí interpretada en arpa, con letra sobreimpresa, por Elena Alonso Sánchez: