*Entrada reeditada
Poca información es la que nos brindan los textos escolares acerca del rol de las las mujeres que vivieron durante la época del virreinato.
Las imágenes más comunes las muestran a las damas de la élite colonial amenizando unas fiestas características de su grupo social, las tertulias, o bien organizando el trabajo de una numerosa servidumbre, en las grandes casonas coloniales.
Pero, ¿qué otras cosas hacían? ¿Cómo era el vínculo con sus padres y sus maridos? ¿Cuál era el modelo de mujer aceptado por su grupo social? ¿Qué educación recibían? ¿Con quiénes se casaban? ¿Podían elegir a sus maridos? ¿Podían recorrer caminos distintos de los pautados socialmente?
¿Cómo era la vida de las mujeres esclavas?
¿Estuvieron en el Cabildo Abierto del 22, cuando se depuso al virrey Cisneros? ¿Estuvieron en el histórico día 25 y se apiñaron entre soldados patricios y vecinos que, reunidos frente al Cabildo, «querían saber de qué se trataba»? ¿Estuvieron en las calles? ¿Lucharon en las guerras independentistas?
Los documentos y la tradición oral —que son los elementos que permiten reconstruir los hechos del pasado— señalan que, desde el rol que cumplían en la sociedad de su época, hicieron mucho por nuestra historia, en lo político, en lo social y en lo cultural.
Fueron muchas y variadas las acciones en las que participaron mujeres de orígenes diversos durante las históricas luchas revolucionarias.
Cientos de mujeres actuaron como espías y emisarias, valiéndose de su presunta debilidad y desinterés político para infiltrase en el ejército enemigo.Fueron muchas y variadas las acciones en las que participaron mujeres de orígenes diversos durante las históricas luchas revolucionarias.
Además, participaron en la organización de redes de información en las que actuaban como correos, proporcionando información muy valiosa al ejército patriota; y también en la organización de protestas; en la propagación de las ideas patriotas y en la persuasión entre los ejércitos realistas.
Para discernir el papel de las mujeres en aquella época, podemos señalar que colaboraron en todo cuanto estuvo a su alcance: transportaron alimentos, ropas y material bélico; cocinando, e incluso atendiendo a los heridos. Protagonizaron tertulias esclarecedoras, o donaron sus joyas para la causa de la libertad. Pelearon hasta dejar sangre o empujaron a la lucha a sus esposos o amantes. Discutieron estrategias con los hombres prestando sus casas para reuniones clandestinas o actuaron como espías y emisarias.
Madres, esposas, novias, vecinas solteras, cultas o trabajadoras, hijas y hermanas, con sencillez o con la protagonismo de las valientes, con el corte y la confección o con el fusil, la oración y el discurso inflamado, todas ellas contribuyeron a la creación de nuestro país.
Las mujeres y la revolución de mayo de 1810
Nadie las invitó al Cabildo Abierto del 22, cuando se depuso al virrey Cisneros. Arriesgaron su reputación el histórico día 25 y se apiñaron entre soldados patricios y vecinos que, reunidos frente al Cabildo, querían saber de qué se trataba.
Para pensar a las mujeres de Mayo hay que retroceder a 1801 en Buenos Aires. La aldea colonial se estremece con un escándalo. María de Todos los Santos Sánchez, muchacha de 14 años que la historia conocería como Mariquita, se había negado a casarse con Diego del Arco, un distinguido caballero español mucho mayor que ella, riquísimo comerciante criollo, el hombre que su padre designó para ella. Estaba todo listo para la ceremonia: todo menos la novia. Ni los gritos ni las amenazas consiguieron que la chica dijera el "sí" y el novio tuvo que salir de la casa tan soltero como había entrado. Poco después Mariquita también salió como había entrado del convento donde había sido internada en castigo: salió resuelta a no dar el brazo a torcer y a casarse con su amor, su primo segundo, Martín Jacobo Thompson. Empecinada, se presentó al virrey Sobremonte para que dejase sin efecto los arreglos que había hecho la madre -el padre ya había muerto- para casarla con Diego del Arco. Cerca de un año después de iniciado el juicio, los enamorados obtuvieron la autorización y la boda se realizó el 29 de julio de 1805. Mariquita abrazó con fervor la causa de la libertad y colaboró con todas las empresas patrióticas de la Revolución de Mayo.
Su casa de la calle Umquera, más conocida por todos como “del Empedrado” o “del Correo” (actualmente calle Florida al 200) acogió a las personalidades de su época, atraídas por la hospitalidad graciosa y espiritual de la dueña. Los problemas más delicados eran debatidos allí, lo mismo que los temas literarios.
Una mujer reconocida, María Guadalupe Cuenca, la esposa de Moreno, mientras él estaba en el exterior, le enviaba cartas con información sobre lo que pasaba en Buenos Aires. Además, solía discutir de estrategia con su marido y juntaba dinero para entregarlo a la causa.
María Guadalupe Cuenca |
En las Invasiones, las ollas de agua arrojadas por mujeres desde las terrazas son más conocidas que algunas actuaciones individuales.
Manuela Pedraza, una humilde soldada tucumana, apodada la tucumanesa . En agosto de 1806, combate duramente a los invasores ingleses, acompañando a su esposo. Él muere en la pelea y ella toma su fusil y da muerte al inglés que lo ha matado. Luego le arranca el fusil, que presenta, después, como trofeo a Liniers.
Por esta acción se le otorga el grado de subteniente de infantería.
De Manuela Pedraza poco se sabe, ni siquiera sus fechas de nacimiento y muerte, pero sí que cayó en la miseria y arrendaba una modesta pieza y que por falta de pago, le iniciaron, en dos oportunidades, juicio por desalojo.
Otra mujer que participó durante las invasiones inglesas, fue Martina Céspedes. Era viuda, tenía 45 años y tres hijas. Vivian en el barrio alto, San Telmo. Allí atendían una pequeña pulpería. Martina usó la estrategia de hacer pasar uno en uno a los ingleses, les ofrecía aguardiente hasta dejarlos ebrios y luego los tomaba prisioneros. En premio, Liniers la nombró sargento mayor. Detalle romántico: ella entregó sólo once prisioneros. El restante se terminó casando con Josefa, una de las hijas.
Casilda Igarzábal de Rodríguez Peña, entre 1804 y 1810 reunió una de las primeras sociedades secretas de la emancipación americana, el llamado Partido de la Independencia. Este último integrado por Juan José Castelli, Nicolás y Saturnino Rodríguez Peña, Manuel Belgrano, Juan José Paso y Martín Rodríguez. Cornelio Saavedra dudaba en ponerse al frente del movimiento para derrocar a Cisneros.
El 18 de mayo, la esposa de Rodríguez Peña, a la cabeza de un grupo de señoras, se presenta en la casa del comandante del Cuerpo de Patricios. Le dice: ¡”Aquí no hay que vacilar!” Lo presiona para que se decida y lo invita a concurrir a su quinta, en la que Castelli, Belgrano y otros rebeldes estaban conspirando. Saavedra acepta ir. La estrategia para el Cabildo Abierto del 22 de mayo se planea allí ese 18.
El 18 de mayo, la esposa de Rodríguez Peña, a la cabeza de un grupo de señoras, se presenta en la casa del comandante del Cuerpo de Patricios. Le dice: ¡”Aquí no hay que vacilar!” Lo presiona para que se decida y lo invita a concurrir a su quinta, en la que Castelli, Belgrano y otros rebeldes estaban conspirando. Saavedra acepta ir. La estrategia para el Cabildo Abierto del 22 de mayo se planea allí ese 18.
La Gaceta de Buenos Aires publicó una resolución de la Primera Junta convocando a los vecinos a concurrir a la casa del vocal Miguel de Azcuénaga, donde se recibían las donaciones para equipar al primer ejército patrio.
Casilda figura encabezando la larga lista que fue publicando el periódico con la donación del salario de dos soldados. Contribuyeron las porteñas pero también las mujeres de las provincias. Aportaron las ricas, pero también las mujeres del pueblo y hasta las esclavas. Conmueve ver el nombre de María Eusebia Segovia, esclava, donando 1 peso fuerte “y se ofrece para servicio de cocina con dos hijos”, o el de Juana Pavón que aportó 2 pesos fuertes “que los tenía destinados para vestir, pero ha querido tener la satisfacción de cederlos para auxilios de los gastos de la expedición”.La salteña Juana Gabriela Moro Aguirre, delicada dama que humildemente vestida se trasladaba a caballo espiando recursos y movimientos del enemigo. Durante las guerras de independencia, lideró en Salta, junto con Doña Loreto Sanchéz Peón, una red de espionaje femenina conocida como Las Mujeres de la Independencia. En una oportunidad fue apresada y obligada a cargar pesadas cadenas, pero no delató a los patriotas. Sufrió el castigo más grave. Cuando Pezuela invadió Jujuy y Salta, Juana fue detenida y condenada por espionaje a morir tapiada en su propio hogar. Días más tarde una familia vecina, condolida de su terrible destino, oradó la pared y le proveyó agua y alimentos hasta que los realistas fueron expulsados.
Fue emparedada a los 29 años, pero murió centenaria. A consecuencia de la difícil situación que atravesó fue su apodo: «La Emparedada»
María Loreto Sanchéz Peón solía disfrazarse para vender pan y pasteles al ejército realista y a la hora de pasar lista se sentaba en un rincón tomando silenciosa nota del número de fuerzas enemigas ayudada de dos bolsas de maíz, una para los presentes y otra para los ausentes. Para sus comunicaciones con el coronel patriota Luis Burela utilizaba un hueco practicado en un árbol a orillas del río Arias, donde sus criadas que acudían al río con la excusa del lavado de la ropa, depositaban los mensajes y retiraban instrucciones mientras al río para el lavado de la ropa o para conducir el agua para el servicio doméstico.
Efectuó también numerosos viajes a Orán y Jujuy llevando ocultos los papeles de comunicaciones en el ruedo de su pollera.
Juana Azurduy, descolló por sus dotes militares. Esta huérfana de sangre mestiza nació en Chuquisaca en 1780. Luchó contra los españoles al frente de su tropa: primero junto con su marido, Manuel Ascensio Padilla y luego sola. El 25 de mayo de 1809, la sublevación de Chuquisaca sacudió el Virreinato del Río de la Plata desde el Alto Perú, Juana y Manuel colaboraron con entusiasmo con los rebeldes. Aunque el movimiento fue derrotado, toda la zona ingresó en una "guerra de republiquetas"(grupos guerrilleros independentistas), que no cesaría hasta la definitiva independencia de la América hispana, en 1824.
En ese lugar combatió Juana, la guerrillera, desde el día en que dejó a sus cuatro hijitos al cuidado de una india y salió a reunirse con su marido al campo de batalla. Allí la encontraron las dos expediciones que envió Buenos Aires al Alto Perú, que fracasaron en el intento de extender la Revolución. Las tropas de Juana y Manuel prestaron servicios muy importantes. Se cuenta que fue ella quien tomó el cerro de la Plata y se apoderó de la bandera realista, hazaña que Padilla no le reconoció. Como muestra de gratitud, el gobierno de Buenos Aires la nombró teniente coronel.
Durante el resto de los años, Juana continuó su resistencia en una guerra de guerrillas sangrienta y desastrosa en la que vio morir a sus cuatro hijos, combatió embarazada de la quinta hija, que luego dio a luz a orillas del río Grande, mientras su marido peleaba, y escapó con ella en brazos, a caballo, recién parida, porque sus enemigos habían aprovechado su convalecencia para intentar apoderarse de los caudales de la tropa.
Entonces, la estrategia que proponía San Martín se impuso en Buenos Aires: abandonar la vía altoperuano y acceder a Lima cruzando los Andes y el mar. Esto fue exitoso para la causa, pero dejó a Juana y a su tropa liberados a la suerte del destino. Cuando el enemigo capturó y mató a Padilla, ella rescató de una pica de la plaza pública la cabeza de su hombre. Viuda y con una sola hija, después de desesperados y vanos intentos por continuar la causa revolucionaria, se puso al servicio del general Martín Miguel de Güemes y participó activamente en la defensa del Norte patriota.
En ese lugar combatió Juana, la guerrillera, desde el día en que dejó a sus cuatro hijitos al cuidado de una india y salió a reunirse con su marido al campo de batalla. Allí la encontraron las dos expediciones que envió Buenos Aires al Alto Perú, que fracasaron en el intento de extender la Revolución. Las tropas de Juana y Manuel prestaron servicios muy importantes. Se cuenta que fue ella quien tomó el cerro de la Plata y se apoderó de la bandera realista, hazaña que Padilla no le reconoció. Como muestra de gratitud, el gobierno de Buenos Aires la nombró teniente coronel.
Durante el resto de los años, Juana continuó su resistencia en una guerra de guerrillas sangrienta y desastrosa en la que vio morir a sus cuatro hijos, combatió embarazada de la quinta hija, que luego dio a luz a orillas del río Grande, mientras su marido peleaba, y escapó con ella en brazos, a caballo, recién parida, porque sus enemigos habían aprovechado su convalecencia para intentar apoderarse de los caudales de la tropa.
Entonces, la estrategia que proponía San Martín se impuso en Buenos Aires: abandonar la vía altoperuano y acceder a Lima cruzando los Andes y el mar. Esto fue exitoso para la causa, pero dejó a Juana y a su tropa liberados a la suerte del destino. Cuando el enemigo capturó y mató a Padilla, ella rescató de una pica de la plaza pública la cabeza de su hombre. Viuda y con una sola hija, después de desesperados y vanos intentos por continuar la causa revolucionaria, se puso al servicio del general Martín Miguel de Güemes y participó activamente en la defensa del Norte patriota.
Para leer más sobre Juana Azurduy: https://salaamarilla2009.blogspot.com/2019/07/historia-de-juana-azurduy-propuestas.html
Mujer negra, pobre, guerrera, esposa y madre de varios hijos, María Remedios del Valle fue una de las pocas mujeres que comenzó a luchar en las guerras de la Independencia desde que se formó el primer gobierno patrio el 25 de mayo de 1810. Su primera participación fue en la Expedición del Alto Perú junto a su marido y a sus dos hijos. Ella, como muchas otras mujeres, acompañó a la tropa alimentando a los soldados, curando heridos y también peleando con ellos. Así lo hizo en la batalla de Huaqui, donde desafortunadamente perdió a su marido y a sus dos hijos. Lejos de rendirla, sumó más coraje para pelear en las contiendas de Tucumán y Salta. Debido a su bravura y valentía, Manuel Belgrano la nombró Capitana. A pesar de este gran reconocimiento, la suerte no estuvo de su parte en las derrotas de Vilcapugio y Ayohúma, donde fue herida de bala, capturada por los realistas y azotada públicamente. Muchas veces estuvo a punto de ser fusilada, sin embargo, pudo sortear los embates tenazmente.
De vuelta en Buenos Aires, no le fue fácil que la reconocieran como capitana y que le pagaran su sueldo, y cuando lo consiguió fue por poco tiempo.
Un vídeo homenaje para esas mujeres que participaron en la revolución de mayo
Algunos de los interrogantes planteados al comienzo de esta publicación podrán servir de motivación para iniciar un proyecto de investigación en la escuela. Como ejemplo, podrán consultar el que aparece en este enlace: https://www.educ.ar/recursos/132027/las-mujeres-en-la-historia-rioplatense. Si bien está dirigido a niños de primer ciclo puede adaptarse para trabajarlo con niños de la última sección del Nivel Inicial.
Otra propuesta que encontrarás en Mi Sala Amarilla:
Excelente información!!
ResponderEliminarMuchas gracias!!
EliminarFueron todas, sin duda, mujeres muy valientes, incluso las que trabajaron desde el anonimato.Ha sido muy buena idea sacarlo a la luz, que se sepa de ellas y de las que sobresalieron, y que se trabaje también desde las escuelas.Es muy importante.
ResponderEliminarComo siempre una entrada completísima
Un abrazo y un beso muy grandes.
Muchas gracias Pilar.Es una pequeña muestra de lo poco que se ha rescatado...
EliminarUn gran abrazo.
¡Qué mujeres tan valerosas! Gracias por darle voz y hacerlas visibles, Sandra.
ResponderEliminarFeliz miércoles.
Un abrazo.
Muchas gracias Anabel Esa es la idea, valorar su participación.
EliminarUn abrazo enorme.
Y llegó Mayo Seño!
ResponderEliminarCargado de fechas tan importantes para nosotros los argentinos.
Gracias como siempre Sandra y un fuerte abrazo.
Gracias querida Adri. Feliz mes de la patria.
EliminarUn gran abrazo.
Una genialidad! Muchas gracias por compartirlo!
ResponderEliminarMuchas gracias Noelia. Me alegra mucho que te guste la publicación.
EliminarSin duda alguna la mujer ha desempeñado un gran papel en la Historia, me ha gustado mucho leer esta entrada con todas las hazañas de mujeres valientes y decididas.
ResponderEliminarSaludos.
Hola,
ResponderEliminar¡Un artículo muy interesante! ¿Hay alguna fuente o idea para averiguar el papel de las mujeres menos famosas de la revolución?
El antepasado directo de mi esposa Soledad, era una Gregoria Madera de Genela. Sabemos...
- que fue directora de la primera Escuela de Lancaster en Buenos Aires
- demandó -con Mariano Moreno como su abogado- a su propio marido para poder disponer de su herencia.
- se le dedicó un "Minuete a Doña Gregoria el Viento y Cinco de Mayo".
¿Todos los pequeños indicios de que quizás también estaba comprometida con la revolución?
Su hermano, el Dr. Juan de Dios Madera, estuvo en la Guerra de la Independencia, así como sus hijos.
Así que gracias por el texto.
Qué interesante historia.Gracias por compartirla aquí.
EliminarNo tengo conocimiento de cómo orientarte es esa investigación, deberías conectarte con la página de algún hisoriador.
Saludos.
Hola a todas mi nombre es Yamila, y debo rendir mi ultima materia para el profesorado en nivel inicial... debo preparar todo sobre las mujeres de la época colonial pero de diferentes etnias. ¿Alguien tiene más información como estas?
ResponderEliminarHola Yamila, bienvenida a mi blog! En esta sección sobre Mujeres de la Patria, vas a encontrar más información: https://salaamarilla2009.blogspot.com/search/label/Mujeres%20de%20la%20patria
EliminarSaludos.