28 jun 2019

La vida en la ciudad de Tucumán de 1816. Cómo se festejó la Independencia.


¿Cómo era la  vida en la ciudad de Tucumán del 1816?

En el Tucumán en el que se cocía la Independencia vivían unas 8.000 personas aproximadamente, en casas modestas y calles de polvo. Hacia 1812, la ciudad se iluminaba con faroles de papel que se colgaban al anochecer en el frente de las casas; pero en 1813 ya habían llegado las luminarias de cristal al espacio urbano.

La plaza funcionaba como el centro social y comercial por excelencia. Todo lo que un ama de casa necesitaba lo encontraba allí, y en las escasas tiendas que había a su alrededor. Por las noches no era raro escuchar a grupos de jóvenes ofreciendo serenatas nocturnas o “andas de música”, comenta Sara Peña, en “San Miguel de Tucumán 1812, Vida cotidiana en Tiempos difíciles”.

La decoración de las viviendas era austera y predominaban los lienzos y las imágenes religiosas. En algunas otras había retratos de algún antepasado. “En casa de Francisca Bazán de Laguna había un retrato de su yerno, Don Pedro Antonio de Zavalía y Andía, lo que era excepcional, únicamente se conocía otro retrato en la ciudad, el de José Colombres y Thames”, comenta  la historiadora Peña de Bascary.

La iluminación se conseguía con faroles de hierro y papel. Los más pudientes iluminaban con mecheros de cuatro luces alimentados con aceite de potro. El resto se las arreglaba con velas de sebo.

Los libros se consideraban un lujo. En las casas no había bibliotecas, salvo la del convento de San Francisco. Los escasos libros en las casas eran vidas de santos y devocionarios.

Comidas
En las mesas se veía carne asada, guisada, charqui y locro. El arroz entraba en la categoría de novedad importada del oriente. El grano de maíz era muy requerido, también se consumía carne de paloma y perdices. El locro, la humita, la mazamorra y los pasteles de choclo eran los clásicos de la gastronomía tucumana. Por supuesto que los dulces y mermeladas se elaboraban en las casas, sobre todo con naranja y limas. Se consumía gran cantidad de tubérculos, hortalizas y frutas. Se bebía café, chocolate y mate. Para endulzar comidas y bebidas se empleaba miel de abeja y de caña y azúcar.

Vida social
La vida cotidiana de las mujeres estaba marcada por la religiosidad: ”misa diaria, novenas y todo tipo de actos devotos”, señala Peña de Bascary. En los templos no había bancos, así que ser costumbre que los sirvientes y esclavos cargaran alfombritas de iglesia y reclinatorios.

En los bailes de damas y caballeros se danzaba al son de guitarras el pericón, el cielito y el cuando. 
Carlos Morel, Litografia usos y costumbres Argentinas. el Cielito..
“En las casas había diversos instrumentos musicales: arpas, violines y pianos”, cuenta la historiadora. Los juegos de naipes eran habituales en todas las esferas sociales. Se intentó reprimirlos, dado el crecimiento de las apuestas, con escasos resultados.

Juegos
Los chicos ya jugaban con pelotas, más pequeñas que las actuales, y hechas en trapo, aunque aún no se conocía el fútbol. También jugaban a la rayuela, el balero, el trompo y el volantín.

Educación
La instrucción llegaba hasta el nivel primario y la única escuela que funcionaba era la del Convento de San Francisco a la que asistían  sólo niños.
Las mujeres casi no sabían leer ni escribir. Cuenta la historiadora Peña de Bascary que algunas niñas recibían instrucción domiciliaria: lectura, rezos, escritura y números.

Vestimenta
La vestimenta de las mujeres se reducía a faldas, camisas y vestidos. Las telas se traían de Europa: “capas y capotes de terciopelo, chalecos, sombreros, medias de seda, o algodón, telas de gasa, sarasa, ponteví, tafetán, seda, brocado, balleta y encajes de Flandes”, figuran en las anotaciones del comerciante José Gregorio Aráoz, citado en el trabajo de Peña de Bascary. El ajuar se completaba con guantes, peinetones, pañuelos y mantillas. El negro era el color con el que se iba a misa. Los eventos religiosos constituían la principal salida de las mujeres de esa época. Los rebozos (capas y mantos para cubrirse el rostro y los hombros) eran una tradición heredada de España.
Los varones usaban pantalones ajustados, calzas, chalecos de seda, levitas y fracs. Zapatos con hebillas de oro, medias de seda o algodón, sombrero de pelo.

En ese tiempo San Miguel de Tucumán era una pequeña ciudad.

Plano de San Miguel de Tucumán en 1816, Álbum General de la provincia de Tucumán, 1916.

La decisión de realizar allí el Congreso trajo algunos inconvenientes: iban a llegar muchas personas de golpe y la ciudad no estaba preparada para dar alojamiento a tanta gente. Tampoco había un lugar lo suficientemente grande como para realizar las reuniones del Congreso.

Pero las cosas finalmente se resolvieron. Algunos congresales fueron alojados en casas de familias tucumanas, cerca de la Plaza Mayor y el Cabildo. Otros pudieron ubicarse en los conventos o en las casas de algunos sacerdotes. Una señora tucumana, Francisca Bazán de Laguna, prestó su casa —la más grande de la ciudad— para que se realizaran las sesiones del Congreso, y hasta permitió que se derribaran paredes interiores para conseguir una sala más amplia.


¿Cómo se festejó nuestra independencia en 1816?


Pellegrini Carlos E. (1831) Minuet.

La sesión del 9 de julio de 1816 fue bastante extensa, y al día siguiente se llevaron a cabo los festejos por la declaración de la independencia. El 10 de julio, a las nueve de la mañana, los diputados y autoridades se dirigieron al templo de San Francisco. Los encabezaba el Director Supremo Pueyrredón; lo acompañaban Laprida y el gobernador Aráoz. A lo largo de tres cuadras, que separaban la casa del Congreso de la iglesia formaban en doble hilera las tropas de soldados. En la plaza estaba reunido el pueblo, expectante y entusiasta. Según la investigación de Juan Carlos Marinsalda, la procesión desde la casa de Francisca Bazán hasta San Francisco era costumbre en tiempos de la colonia. La familia Bazán era propietaria de un Cristo (conocido como el “Cristo de los Bazán”), trasladado habitualmente en las celebraciones religiosas.
El congresal por La Rioja, Pedro Ignacio Castro Barros, tuvo a su cargo la misa solemne y el
sermón. Entre salvas y música, la comitiva se dirigió a la casa del gobernador donde sesionó
brevemente el Congreso. En su salón se preparaba un baile para otorgar a Pueyrredón la jerarquía de Brigadier y nombrar a Belgrano como General en Jefe del Ejército, en reemplazo de Rondeau.

Hacia 1870, Paul Groussac, un intelectual francés que residía en Tucumán, narró detalles del
baile de la independencia gracias a los testimonios de algunas personas que habían asistido.
Según Groussac:

“Cuántas veces me han referido sus grandezas mis viejos amigos de uno y otro sexo que habían sido testigos y actores de la inolvidable función. De tantas referencias sobrepuestas sólo conservo en la imaginación un tumulto y revoltijo de luces, armonías, guirnaldas de flores, manchas brillantes y oscuras de uniformes y casacas, faldas y faldones en pleno vuelo, vagas visiones de parejas enlazadas en un alegre bullicio de voces, risas, jirones de frases perdidas que cubrían la delgada orquesta de fortepiano y violín"

También hubo festejos el 25 de julio en las afueras de la ciudad. Jorge María Ramallo cita a un testigo de las celebraciones, el oficial sueco Jean Adam Graaneer, agente del Príncipe Bernadotte, que se encontraba en ese momento Tucumán. En su descripción de los sucesos, realizada cuatro días después de los festejos, Adam Graaner se refiere así a aquellos sucesos:

“El 25 de julio fue el día fijado para la celebración de la independencia en la provincia de Tucumán. Un pueblo innumerable concurrió en estos días a las inmensas llanuras de San Miguel. Más de cinco mil milicianos de la provincia, se presentaron a caballo, armados de lanza, sable y algunos con fusiles; todos con las armas originarias  del país, lazos y boleadoras…

”Las lágrimas de alegría, los transportes de entusiasmo que se advertían por todas partes, dieron a esta ceremonia un carácter de solemnidad que se intensificó por la feliz idea que tuvieron de reunir al pueblo sobre el mismo campo de batalla donde cuatro años antes, las tropas del general español Tristán, fueron derrotadas por los patriotas. Allí juraron ahora, sobre la tumba misma de sus compañeros de armas, defender con su sangre, con su fortuna y con todo lo que fuera para ellos más precioso, la independencia de la patria.

”Todo se desarrolló con un orden y una disciplina que no me esperaba. Después que el gobernador de la provincia dio por terminada la ceremonia, el general Belgrano tomó la palabra y arengó al pueblo con mucha vehemencia prometiéndole el establecimiento de un gran imperio en la América meridional, gobernado por los descendientes (que todavía existen en el Cuzco) de la familia imperial de los Incas.”Jean Adam Graaner, Las provincias del Río de la Plata en 1816 (Informe dirigido al Príncipe Bernadotte). Traducción y notas de José Luis Busaniche, Buenos Aires, 1949, pág. 65.



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4 comentarios:

  1. Querida Sandra, lo has descrito todo con tanta precisión y de forma tan amena que a medida que iba leyendo podía imaginarme todo y hasta sentir que estaba allí. Me ha encantado. Soy una enamorada de la historia, por lo que estos temas me parecen muy interesantes y bonitos. Es importante conocer el pasado para poder entender el presente.
    Un abrazo muy fuerte

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    1. Me da mucha alegría saber que te ha interesado tanto el relato¡Muchas gracias Pilar!
      Un abrazo gigante.

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  2. no te entiendo porque yo estoy bucando la vidA Cotidiana de la epoca


    1816 creo

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