-¿Creemos que es posible mejorar —aunque sea un poco— el mundo, el país, la ciudad, el barrio en el que vivimos? ¿De qué manera?
No debemos perder la esperanza de intentar cambiar el mundo en que vivimos, con la convicción de que, aun cuando se nos tilde de ilusos o soñadores, es posible intentarlo, más allá de lo poco o mucho que podamos hacer y de que no estén a nuestro alcance todas las herramientas necesarias para poder lograrlo.
Este relato que nos propone el autor chileno Cristian Urzúa Pérez, seguramente, nos ayudará a repensar el tema y volver a enfocar nuestra reflexión personal y grupal sobre estos deseos que parecen tan quiméricos:
Un científico vivía preocupado por los problemas del mundo y estaba resuelto a encontrar los medios para aminorarlos. Pasaba días y días en busca de respuestas a sus dudas.
Cierto día, su hijo Benjamín, de tan solo seis años, invadió su laboratorio decidido a ayudarlo a trabajar. El científico, nervioso por la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro lado. Pero, viendo que era imposible sacarlo del laboratorio, el padre pensó en algo que pudiese entretenerle, con el objetivo de distraer su atención.
De repente, se encontró con una revista, en donde había un mapa del mundo. Con unas tijeras recortó el mapa en varios pedazos y junto con un rollo de cinta engomada se lo entregó a su hijo. Luego le dijo:
—Benjamín, como te gusta armar rompecabezas, te voy a dar el mundo hecho pedazos, para que lo repares tú solo sin ayuda de nadie.
Calculó que a su pequeño hijo le llevaría varios días recomponer el mapa destrozado, pero no fue así. Pasadas algunas horas, escuchó la voz del niño que lo llamaba con entusiasmo: —¡Papá, ya lo armé!
Al principio, el padre no creyó que su hijo hubiera terminado la tarea. Pensó que sería imposible que a su edad lograra recomponer un mapa que jamás había visto antes.
Desconfiado, el científico detuvo lo que estaba haciendo y levantó la vista de sus anotaciones, con la certeza de que vería algo digno de un niño. Para su sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados en su debido lugar.
¿Cómo es que el niño había sido capaz de hacerlo? Entonces, cariñosamente, le preguntó: —Hijo, tú no sabías cómo era el mundo, ¿cómo lo lograste?
—Papá, yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo vi que del otro lado estaba la figura de un hombre. Di vuelta los recortes y comencé a recomponer al hombre, que sí conocía y sabía cómo era. Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta la hoja y vi que había arreglado el mundo.
Cristian Urzúa Pérez, Historias para crecer como padres, San Pablo Chile, 2010
➽Para la reflexión personal y grupal:
-¿Qué enseñanza nos deja el desenlace de esta historia? ¿De qué modo interpretamos la resolución que el niño encuentra al desafío que le ha planteado su padre? ¿Consideramos que, más allá de la inocencia propia de su niñez, actuó sabiamente?
-¿Coincidimos con la moraleja del cuento, de que para poder arreglar los problemas del mundo, es necesario, primero, recomponer al hombre? ¿Por qué?
-¿Creemos que es posible mejorar —aunque sea un poco— el mundo, el país, la ciudad, el barrio en el que vivimos? ¿De qué manera y a través de qué medios estamos seguros de que lo lograremos?
-¿Nos sentimos utópicos, ilusos, soñadores ante quienes opinan totalmente lo contrario y reprueban nuestros criterios? ¿Alguna vez nos hemos sentido cuestionados o perseguidos por pensar que aún es posible mejorar nuestro mundo, nuestra Iglesia, nuestra comunidad, etc.? ¿Cuál es nuestra respuesta ante esto?
-¿De qué modo solemos reaccionar frente a las trágicas noticias del mundo actual, suministradas por los medios de comunicación? ¿Preferimos desistir de la lucha y dar lugar al desánimo? ¿O, por el contrario, nos fortalecemos convencidos de que, a pesar de las pocas herramientas que tenemos, vale la pena intentarlo?
-Para cerrar esta reflexión, propongámonos alguna iniciativa personal o grupal para poner en práctica en los próximos días.
"No tenemos en nuestras manos las soluciones para los problemas del mundo.
Pero, frente a los problemas del mundo, tenemos nuestras manos".
Mamerto Menapace
Fuente:
http://www.sanpablo.com.ar/rol/nota.php?id=4193
Otros cuentos para reflexionar:
La pequeña luciérnaga
La caja vacía
El corcho
La flor roja
Las estrellas de mar
La camisa del hombre feliz
Ubuntu
Muchas gracias por el material, Sandra. Habrá que echarle un ojo.
ResponderEliminarFeliz semana ;)
Muchas gracias Anabel.
EliminarBesitos.
Un cuento muy bonito. Gracias por compartirlo y feliz semana :)
ResponderEliminarMuchas gracias Yolanda por tu visita.
EliminarBesitos.
un cuento con mensaje como a mí me gustan, gracias guapetona y no pases mucho calor.
ResponderEliminarGracias a vos Blanca.Por aquí el tiempo está loco o para ser más preciso, ciclotímico, jajjaa
EliminarBesitos
Un cuento que nos enseña que las cosas tan complicadas, a veces tienen soluciones muy sencillas.
ResponderEliminarSaludos.
Muy interesante. Besos
ResponderEliminarMe pueden responder
ResponderEliminarExcelente reflexión, primero arreglar los problemas que hay en el hombre para que el mundo mejore.
ResponderEliminarGracias, me alegra que te haya gustado.
EliminarQue para arreglar los problemas se deben observar con una perspectiva distinta ya que estas pueden tener un a solución sencilla
ResponderEliminarBienvenida! Gracias por dejar tu reflexión.
Eliminargenial
ResponderEliminarMe alegra que te guste.Gracias por tu visita!!
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