La San Antonio llevaba en sus bodegas un cargamento proveniente del Tucumán, fletado por el obispo de esa ciudad, Fray Francisco de Vitoria. Se trataba de tejidos y bolsas de harina producidos en la por entonces próspera Santiago del Estero. Lo notable es que dentro de las inocentes bolsas de harina, según denunció Ramírez de Velasco gobernador del Tucumán, territorio dependiente entonces del Virreinato del Perú, viajaban camuflados varios kilos de barras de plata provenientes del Potosí, cuya exportación estaba prohibida por Real Cédula.
Las normas restrictivas del comercio colonial no eran sencillas de superar. Las dificultades que imponían las largas distancias hacían de cada empresa una gesta dificilísima, pues los obrajes, telares y diversos parajes de producción textil se encontraban fundamentalmente en Tucumán y Santiago del Estero, donde se cultivaba el algodón, y los traslados hacia el puerto de Buenos Aires eran complicados y costosos.
A partir de este primer envío, que causó mucho revuelo en ese entonces, se inició una nueva etapa para la economía de la región. Desde entonces, se potenció la producción local, la generación de nuevas industrias y la creación de puestos de trabajo en lo que luego se convirtió en la República Argentina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario