El apego “es una relación emocional perdurable con una persona en particular que produce seguridad, sosiego, consuelo, agrado y placer. La pérdida o la amenaza de pérdida de esta persona, evoca una ansiedad intensa”. ( Eduardo Hernández González, www.psicologia-online.com)
Las formas de apego se desarrollan en forma temprana y poseen alta probabilidad de mantenerse durante toda la vida.
En base a cómo los individuos responden en relación a su figura de apego cuando están ansiosos, Ainsworth, Blewar, Waters y Wall definieron los tres patrones más importantes de apego y las condiciones familiares que los promueven: el estilo seguro, el ansioso-ambivalente y el evasivo.
En el dominio interpersonal, los sujetos con apego seguro tienden a ser más cálidos, estables y a tener relaciones íntimas satisfactorias.
En cuanto al dominio intrapersonal, tienden a ser más positivos, integrados y a tener perspectivas coherentes de sí mismos.
En el caso del recién nacido con su madre, durante sus primeros 60 a 90 minutos de vida el niño, además de estar alerta, responde. En una palabra, está perfectamente equipado para conectarse con sus padres por primera vez. El amplio margen de capacidades sensoriales y motoras del bebé provoca respuestas en la madre y, así, comienza una comunicación que puede ser especialmente útil para el establecimiento del vínculo y la iniciación de una serie de interacciones que durarán toda la vida.
El niño también puede establecer relaciones de apego seguro con otros adultos significativos que para él tienen presencia en el tiempo, en su protección y cuidados. Es así como el personal del Jardín Maternal puede ser potencialmente parte importante de esta relación.
¿Qué puede hacer el adulto para desarrollar una relación de apego con el niño o la niña?
En este desafío de establecer relaciones de apego seguro con los niños, es importante que las personas que trabajan con ellos puedan advertir y revisar sus características, sus condiciones personales, sus potencialidades, actitudes y especiales habilidades, a fin de establecer relaciones con los niños y valerse de ellas para formar lazos estrechos.
Hay conductas de los adultos que favorecen una relación de apego con el niño: todas aquellas que ofrecen seguridad, contacto físico y emocional, comunicación, contención del niño en situaciones de angustia, placer y bienestar.
Algunos factores cruciales en estas experiencias de vinculación incluyen el tiempo juntos (¡en la niñez la cantidad cuenta!), las interacciones cara a cara, el contacto visual, la cercanía física, el tacto y otras experiencias sensoriales primarias como olores, sonidos y gusto.
Los científicos creen que el factor más importante en la creación de apego, es el contacto físico positivo, es decir por ejemplo, el abrazar, llevarlo al hombro y mecer.
No debe sorprender, entonces, que el hecho de tenerlo al hombro, mirar detenidamente, sonreír, besar, cantar y reír sean acciones que causen actividades neuroquímicas específicas en el cerebro.
Estas actividades neuroquímicas conducen a la organización normal de los sistemas cerebrales responsables del apego.
Es importante tener presente que el Jardín Maternal es un lugar desconocido para los niños y niñas, ya ambientados al entorno de su hogar y a rostros que les son familiares. Es por ello que las primeras interacciones del personal de cada establecimiento con el niño y su madre son cruciales, pues precisamente es ésta quien deposita la confianza en las personas que protegerán y estimularán a su hijo y, por otra parte, es el niño o niña quien percibirá la tranquilidad de su madre y del personal que lo acoge.
Esta instancia debe reforzarse permanentemente, asegurando estrategias que permitan que el niño perciba objetos, sonidos y ambientes que le son familiares.
En este sentido, la entrevista inicial con la familia permite conocer sus hábitos, el juguete favorito del niño (que puede llevar al Jardín), sus necesidades para conciliar el sueño, para controlar esfínteres , la etapa de desarrollo y aprendizaje en que se encuentra, de tal modo que inicialmente se continúen en el establecimiento las pautas de crianza del hogar para, posteriormente, evolucionar en forma gradual con la participación de los padres.
Con respecto a la alimentación,
Y es que la presencia de la madre en el establecimiento reforzará su confianza en la atención brindada por las educadoras y, más fundamentalmente, permitirá continuar estrechando los lazos afectivos y de protección de su hijo en aspectos generales de su salud y desarrollo.
Cuando el niño o niña recibe mamaderas o comidas, es importante planificar esta actividad, considerando que cada una de las acciones que se realicen forma parte de un rito que servirá para asociar la alimentación con una experiencia agradable.
Es importante respetar sus gustos y su ritmo de alimentación, no apurarlo u obligarlo a que ingiera el volumen total de su alimentación, pues cada niño dosifica la cantidad de alimentos de acuerdo a sus necesidades y ello se puede corroborar con las curvas de crecimiento que el niño o niña presenta.
Durante la higiene
La higiene y la muda son instancias para contactarse individualmente con cada niño y niña y para que ellos descubran su cuerpo.
Es importante considerar los momentos de higiene corporal no sólo como una necesidad física, pues aunque es fundamental para la salud y bienestar de los niños y niñas, conlleva además una dimensión psicológica y emocional por la sensorialidad que se estimula al estar en contacto la piel del bebé con las manos de los adultos.
Frente al llanto
El llanto es una forma de comunicación que expresa un deseo insatisfecho. Si un niño llora significa que necesita algo y como todavía no lo puede obtener por sí mismo ni sabe comunicar, lo pide llorando. Los bebés no lloran por llorar y si lo hacen sin lágrimas, es por que todavía no las tienen.
Frente al llanto, antes de indagar qué le sucede al niño es importante acogerlo, contenerlo, demostrarle que cuenta con apoyo incondicional. El bebé nota el estado de ánimo del adulto por la forma en que lo trata y su seguridad lo tranquiliza mucho.
La mayoría de las veces, el motivo del llanto de un niño o niña se descubre enseguida y tiene fácil solución: quiere comer o siente calor o puede necesitar un cambio de pañales o la ropa le molesta o está incómodo en la misma postura o quiere dormir y le cuesta conciliar el sueño, o tiene frío o quiere un poco de compañía y esto último es muy frecuente.
En cualquier caso, siempre se debe atender oportunamente, porque el bebé se siente amenazado cuando algo perturba su bienestar y requiere de la ayuda de una persona que lo atienda y lo acoja, teniendo presente que una actitud serena ayudará más rápido a calmarlo que una actitud ansiosa. En muchas ocasiones se asocia el llanto del bebé con alguna enfermedad, por ello es importante conocer su comportamiento habitual, ya que el llanto de un bebé enfermo suele ser diferente y casi siempre va acompañado por otros signos de alarma.
En las horas del sueño
Independiente de la edad de los niños, es importante conocer las manifestaciones de sueño, a fin de responder a sus necesidades individuales y de promover una rutina para esta actividad.
Algunos niños a la hora de dormir se muestran irritables, lloran y no logran conciliar el sueño. En estas ocasiones, ellos requieren ser atendidos en su necesidad, que algún adulto lo “pacifique”, lo calme y así dar curso a su sueño.
En el período de adaptación del bebé es importante imitar las pautas de crianza establecidas por la familia respecto al sueño y, según sea el caso, de común acuerdo con ella, ir avanzando hacia la instalación de una rutina que proporcione tranquilidad y seguridad a los niños y niñas. Para conseguir un buen hábito respecto del sueño se requiere la actitud de un adulto que pueda transmitir seguridad, tranquilidad y confianza.